Cuando se retira el velo de nuestra perspectiva carnal, podemos ver el rostro de Jesús. Más específicamente, nos es inevitable ver Sus ojos y escuchar Su voz. De forma práctica, miramos al Señor a los ojos y escuchamos Su voz cuando recibimos a Sus mensajeros. Los mensajeros de Cristo son nuestros hermanos, que son parte de Su administración de gracia. Esta administración, que se describe en el libro de Apocalipsis como cuatro criaturas vivientes, es parte del cuerpo de Cristo. Significativamente, el apóstol Juan observó que las cuatro criaturas vivientes estaban llenas de ojos al frente, detrás, alrededor y por dentro.
Cuando miramos a Cristo a los ojos y escuchamos Su voz, nuestras obras y los pensamientos más íntimos de nuestro corazón quedan expuestos ante Él. Esto tiene un impacto profundo en una persona. Recordamos, por ejemplo, la experiencia del profeta Isaías. Cuando vio al Señor y oyó la voz de Sus mensajeros, Isaías dijo: “ “¡Ay de mí! Porque perdido estoy, Pues soy hombre de labios inmundos Y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, Porque mis ojos han visto al Rey, el SEÑOR de los ejércitos“. El apóstol Pedro también se deshizo cuando miró a Cristo a los ojos. Cunado Pedro negó a Cristo por tercera vez, el Señor se volvió y lo miró. Como consecuencia de mirar a Jesús a los ojos, Pedro lloró amargamente.
Cuando vemos el rostro de Cristo, primero vemos a Aquel a quien hemos traspasado. Vemos el estropeo de Su rostro, y que fue despreciado, humillado, rechazado y familiarizado con el dolor por nuestro bien. Reconocemos que fue herido por nuestras transgresiones y aplastado por nuestras iniquidades. Al percibir lo horrible de Su humillación en nuestro nombre, nos damos cuenta, a través de la iluminación por el Espíritu Santo, que lo que estamos viendo es la condición de nuestra propia miseria. De hecho, estamos viéndonos en un espejo .
Estudio : Lucas 22
Referencias
Apo 4:5-8 Del trono salían relámpagos, voces, y truenos. Delante del trono había siete lámparas de fuego ardiendo, que son los siete Espíritus de Dios. (6) Delante del trono había como un mar transparente semejante al cristal; y en medio del trono y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. (7) El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo ser era semejante a un becerro; el tercer ser tenía el rostro como el de un hombre, y el cuarto ser era semejante a un águila volando. (8) Los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, estaban llenos de ojos alrededor y por dentro, y día y noche no cesaban de decir: “SANTO, SANTO, SANTO, es EL SEÑOR DIOS, EL TODOPODEROSO, el que era, el que es y el que ha de venir.”
Heb 4:13 No hay cosa creada oculta a Su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de Aquél a quien tenemos que dar cuenta.
Isa 6:5 Entonces dije: “¡Ay de mí! Porque perdido estoy, Pues soy hombre de labios inmundos Y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, Porque mis ojos han visto al Rey, el SEÑOR de los ejércitos.”
Isa 52:14 De la manera que muchos se asombraron de ti, pueblo Mío, Así fue desfigurada Su apariencia más que la de cualquier hombre, Y Su aspecto más que el de los hijos de los hombres.
Isa 52:3-5 Porque así dice el SEÑOR: “De balde fueron ustedes vendidos y sin dinero serán redimidos.” (4) Porque así dice el Señor DIOS: “Mi pueblo descendió a Egipto al principio para residir allí; después los Asirios los oprimieron sin motivo. (5) “Y ahora, ¿qué hago Yo aquí,” declara el SEÑOR “viendo que se llevan a Mi pueblo sin causa?” También declara el SEÑOR: “Sus dominadores dan gritos, y sin cesar Mi nombre es blasfemado todo el día.
2Co 3:18 Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.