El rostro y cuerpo de Cristo fueron desfigurados cuando tomó nuestro pecado sobre Sí mismo. Al revelarse a nosotros de esta manera, nos confronta y expone el pecado que está en nuestro corazón a medida que lo transfiere a Sí mismo. Vemos nuestro pecado en Su desfiguración. Es importante reconocer que Cristo no se revela a nosotros de esta manera para acusarnos o condenarnos. Más bien, Cristo viene a nuestro encuentro y a recibirnos a Sí mismo. Él nos confronta con nuestro pecado, para que podamos encontrar el arrepentimiento y ser recuperados a nuestra predestinación como hijos de Dios. Él quiere sanar nuestra identidad, la cual ha sido estropeada como resultado del pecado y nuestra separación de Dios.
Al mismo tiempo que estamos mirando a Aquel a quien hemos traspasado, Dios derrama sobre nosotros el Espíritu de gracia y súplica a través de la palabra de los mensajeros de Cristo, la cuál nos da la capacidad de ‘contemplar al Cordero de Dios’. Así, comenzamos a ver a Cristo y a conocer Su naturaleza como el Cordero de Dios. Como nuestra ofrenda, Él es también la imagen de quienes llegaremos a ser como hijos de Dios. En otras palabras, al revelarse a nosotros como el Cordero de Dios, Aquel que ha venido para quitar nuestro pecado, Cristo nos confronta con la necesidad de unirnos a Él en la comunión de Su ofrenda y padecimiento.
Si bien no podemos dividir la dimensión vicaria de la ofrenda de Cristo del llamado para unirnos a Él en la comunión de Su ofrenda, es Su obra vicaria a la que debemos responder primero. Esto se debe a que llama nuestra atención sobre el funcionamiento de la otra ley dentro de nosotros. Revela la razón de nuestra separación de Dios. Para unirnos a Cristo en la comunión de Su ofrenda, debemos arrepentirnos de esta manera de vivir y aceptar que la otra ley solo puede eliminarse de nuestra vida al participar en la comunión de los sufrimientos de Cristo.
Estudio: Isaías 53
Referencias
Isa 53:6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, Nos apartamos cada cual por su camino; Pero el SEÑOR hizo que cayera sobre El La iniquidad de todos nosotros.
Jua 1:29, 35-36 Al día siguiente Juan vio a Jesús que venía hacia él, y dijo: “Ahí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. (35) Al día siguiente Juan estaba otra vez allí con dos de sus discípulos, (36) y vio a Jesús que pasaba, y dijo: “Ahí está el Cordero de Dios.”
Rom 7:22-23 Porque en el hombre interior me deleito con la Ley de Dios, (23) pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.
Zec 12:10 Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de súplica, y Me mirarán a Mí, a quien han traspasado. Y se lamentarán por El, como quien se lamenta por un hijo único, y llorarán por El, como se llora por un primogénito.
Jua 5:21 “Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que El quiere.
Rom 8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.