Escribiendo desde la prisión, el apóstol Pablo le pidió a Timoteo que no se avergonzara del “testimonio de nuestro Señor”. “El testimonio de nuestro Señor” fue la muerte expiatoria de Cristo cuando fue levantado y crucificado en la cruz. Esto incluyó la humillación y los sufrimientos que soportó desde Getsemaní hasta el Calvario. Como prisionero de Cristo, Pablo también sufrió y, por lo tanto, le pidió a Timoteo que no se avergonzara de sus sufrimientos.
Pablo se unió a Cristo en la comunión de Sus sufrimientos como mensajero del evangelio. A medida que Pablo sufría por el evangelio, por el poder de Dios, las personas eran iluminadas para ver a Cristo crucificado. Pablo testificó esto cuando les dijo a los Gálatas que “fue por causa de una enfermedad física que les prediqué el evangelio la primera vez. Y lo que para ustedes fue una prueba en mi condición física, que no despreciaron ni rechazaron, sino que me recibieron como un ángel de Dios, como a Cristo Jesús mismo”.
La mala salud de Pablo fue el resultado de toda la persecución que había experimentado durante su ministerio en las otras ciudades y regiones que visitó. Cuando Pablo se unió a los sufrimientos de Cristo, recibió el poder de ministrar el Espíritu de Cristo a sus oyentes. De esta manera, él fue un don del Espíritu para ellos. Pablo tenía en mente este principio cuando le dijo a Timoteo: “te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos”.
Pablo exhortó a Timoteo a proclamar a Cristo crucificado. Sólo cuando presentamos a Cristo cruicificado a través de nuestros propios padecimientos, el Espíritu es ministrado a aquellos que escuchan la palabra. La palabra y el Espíritu trabajan el milagro de la iluminación dentro de ellos. De esta forma, un oyente que recibe este mensaje está equipado para unirse a la ofrenda de Cristo de manera que que también pueda ser un don, por el Espíritu, para el cuerpo de Cristo y para aquellos que aún no son salvos.
Estudio: 2 Corintios 1
Referencias
Gál 4:12-14 Les ruego, hermanos, háganse como yo, pues yo también me he hecho como ustedes. Ningún agravio me han hecho. (13) Pero saben que fue por causa de una enfermedad física que les prediqué (anuncié) el evangelio la primera vez. (14) Y lo que para ustedes fue una prueba en mi condición física, que no despreciaron ni rechazaron, sino que me recibieron como un ángel de Dios, como a Cristo Jesús mismo .
Sal 19:7 La ley del SEÑOR es perfecta, que restaura el alma; El testimonio del SEÑOR es seguro, que hace sabio al sencillo.
Jua 15:26-27 “Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de Mí, (27) y ustedes también darán testimonio, porque han estado junto a Mí desde el principio.
1Jn 5:11-12 Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en Su Hijo. (12) El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.
Apo 19:10 Entonces caí a sus pies para adorarlo. Y me dijo: “No hagas eso. Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que poseen el testimonio de Jesús; adora a Dios. El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.”