¿Cómo nos unimos a la comunión de la segunda herida de Cristo y tratamos con nuestra iniquidad? El apóstol Pablo enseñó que el velo de nuestro egoísmo puede ser removido, si nos volvemos y miramos al Señor. 2Co 3:16. Este es el significado del arrepentimiento. Cuando respondemos a la palabra de la cruz, nos damos la vuelta y nos encontramos cara a cara con Jesús, contemplamos la fealdad de nuestro propio corazón reflejada en Su rostro desfigurado. Es así que entendemos que Él fue, literalmente, maltratado por nuestra iniquidad. En arrepentimiento, reconocemos que la integridad de nuestro corazón, la cuál pensábamos que era buena, es de hecho, egocéntrica y malvada. Nuestra carne es expuesta en su incapacidad para amar a Dios y para expresar Su justicia. Esta fue la profunda experiencia del discípulo Pedro.
En la corte de Caifás, Pedro negó conocer a Jesús tres veces. En la tercera ocasión, comenzó a maldecir y a jurar. Mat 26: 69-75. Pedro estaba maldiciendo porque, en su carne, él no podía cumplir con su aserción celosa de que él moriría con Jesús. La lección importante que aprendemos es que no podemos unirnos a la comunión de la ofrenda de Cristo a través de nuestras intenciones, por más buenas que estas sean, porque siguen siendo egocéntricas. Como una especie de máquina averiada y frustrante, nuestra carne buscando su propia conservación, va a resistir la intención de nuestra mente de morir con Cristo. Rom 7: 19. La otra ley de Pedro, que lo mantenía atado al temor de la muerte, hizo que la pasión del pecado se manifestara como agitación y lenguaje sucio.
Mientras el gallo cantaba y Jesús era llevado lejos de la casa de Caifás, Pedro se encontró con Él frente a frente y pudo mirarlo a los ojos. Vio la fealdad de su iniquidad reflejada en los moretones en el rostro de Cristo. En esta iluminación, se dio cuenta de que la integridad de su corazón caído era, de hecho, egocentrismo. Mientras los ojos de Jesús perforaban su corazón, Pedro comprendió la desesperanza de su propia justicia. Esta confesión, que estamos rotos y pobres en espíritu, es el comienzo del arrepentimiento.
Estudio: Juan 18
2Co 3:16 Pero cuando alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado.
Mat 26:69-75 Pedro estaba sentado afuera en el patio, y una sirvienta se le acercó y dijo: “Tú también estabas con Jesús el Galileo.” (70) Pero él lo negó delante de todos ellos, diciendo: “No sé de qué hablas.” (71) Cuando salió al portal, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí: “Este estaba con Jesús el Nazareno.” (72) Y otra vez él lo negó con juramento: “¡Yo no conozco a ese hombre!” (73) Un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: “Seguro que tú también eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.” (74) Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: “¡Yo no conozco al hombre!” Y al instante un gallo cantó. (75) Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: “Antes que el gallo cante, Me negarás tres veces.” Y saliendo afuera, lloró amargamente.
Rom 7:19 Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico.