Una persona que piensa con un juicio sobrio puede valorarse a sí misma y a los demás. Esto es fundamental para la adoración en espíritu y en verdad. Jesús enseñó que “Dios es Espíritu, y los que Lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad”. Cuando nacemos de Dios, tenemos la capacidad de adorar al Señor porque el Espíritu de Dios está en nosotros. Esto es evidente porque el Espíritu Santo nos da la capacidad de amar y apreciar a los demás. Esta capacidad reemplaza el egocentrismo que, de lo contrario, da lugar a comparaciones y competencia, así como a los celos y el conflicto. Estas actitudes y comportamientos caídos causan heridas en otros al igual que nuestro propio apartamiento de la comunión dentro de las familias, la iglesia y el presbiterio.
Adorar en espíritu y verdad significa relacionarse con los demás con integridad. Un hijo de Dios que tiene integridad no está intentando proyectar una imagen de sí mismo que ha auto-definido o creado por sí mismo. No se presentan de una cierta manera en un contexto particular de comunión, como la iglesia, y luego se involucran en otro contexto, como su hogar, de una manera diferente.
A medida que nuestra realidad acerca de quiénes somos se hace cada vez más clara, y reconociendo el nombre y la gracia de nuestros hermanos, estamos siendo restaurados al primer amor en la mesa de la comunión y en el presbiterio. Por este medio, el fundamento del engaño se ve quebrantado. Esto significa que la verdad con respecto al nombre de cada persona se da a conocer, y la libertad de los hijos de Dios se promueve.
Es nuestra capacidad de adoración lo que permite una relación genuina con nuestros hermanos, que es la capacidad de estar unidos en la verdad. La relación es demostrada en la acción de dar la vida por los hermanos en medio de la comunión del cuerpo de Cristo, y también bajo la mano de Cristo en el presbiterio.
Estudio: 2 Corintios 13
Referencias
Joh 4:24 “Dios es espíritu, y los que Lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad.”
2Co 1:12 Porque nuestra satisfacción es ésta: el testimonio de nuestra conciencia que en la santidad y en la sinceridad que viene de Dios, no en sabiduría carnal sino en la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo y especialmente hacia ustedes.
Jua 8:31-32 Entonces Jesús decía a los Judíos que habían creído en El: “Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos; (32) y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.”
2Co 10:8 Pues aunque yo me gloríe más todavía respecto de nuestra autoridad, que el Señor nos dio para edificación y no para la destrucción de ustedes, no me avergonzaré,
1Co 9:2 Si para otros no soy apóstol, por lo menos para ustedes sí lo soy; pues ustedes son el sello de mi apostolado en el Señor.