Cuando el Señor nos confronta con nuestros pecados, no debemos esconder nuestro rostro de Él. En cambio, tenemos que seguir levantando nuestros ojos hacia Jesús, lo cual ocurre a medida que seguimos caminando a la luz de la palabra y encontrando comunión con nuestros hermanos en el cuerpo de Cristo. En un espíritu de fe , podemos fijar nuestra mirada de la misma manera que el salmista, quien escribió: “A Ti levanto mis ojos, ¡Oh Tú que reinas en los cielos!”. Como los ojos de los siervos miran a la mano de su señor, , Como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran al SEÑOR nuestro Dios hasta que se apiade de nosotros“.
Es el espíritu de súplica que nos permite responder al Señor de esta manera. Al hacerlo, comenzamos a llorar por nuestro pecado, su impacto en los demás y por la pérdida de nuestra filiación. Lloramos al Padre por perdón. Esta fue la experiencia de Job, quien testificó, diciendo: ‘He sabido de Ti sólo de oídas, Pero ahora mis ojos Te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y cenizas”.
En el proceso de arrepentimiento y luto por nuestro pecado, debemos continuar recibiendo la palabra del Señor. Esto es fundamental para caminar en la luz y tener comunión con nuestros hermanos en Cristo. Podemos animarnos con las palabras de Jesús, que dijo: “Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado”. El efecto purificador de la palabra nos equipa para servir en el cuerpo de Cristo. Fue por esta razón que Pablo exhortó a cada creyente a no rechazar a Aquel que habla, para que recibamos la gracia ‘mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia;’.
Estudio : Juan 12
Referencias
Isa 53:3 Fue despreciado y desechado de los hombres, Varón de dolores y experimentado en aflicción; Y como uno de quien los hombres esconden el rostro, Fue despreciado, y no Lo estimamos.
1Jn 1:6-7 1Jn 1:6-7 Si decimos que tenemos comunión con El, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. (7) Pero si andamos en la Luz, como El está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado.
Sal 123:1-2 Cántico de ascenso gradual. A Ti levanto mis ojos, ¡Oh Tú que reinas en los cielos! (2) Como los ojos de los siervos miran a la mano de su señor, Como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran al SEÑOR nuestro Dios Hasta que se apiade de nosotros.
Job 42:5-6 He sabido de Ti sólo de oídas, Pero ahora mis ojos Te ven. (6) Por eso me retracto, Y me arrepiento en polvo y ceniza.”
Jua 15:3 “Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado”.
Heb 12:25-28 Tengan cuidado de no rechazar a Aquél que habla. Porque si aquéllos no escaparon cuando rechazaron al que les amonestó sobre la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos de Aquél que nos amonesta desde el cielo. (28) Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos (tengamos) gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia.