La verdadera piedad es la cultura de un cristiano que continúa en la comunión de la ofrenda y la circuncisión de Cristo. Su vida revela la vida y la muerte del Señor Jesucristo y, por este medio, Jesús es glorificado a través de el o ella.
Glorificar a Dios es adorarlo. Notamos, entonces, que la piedad es la adoración divina, aceptable a los ojos de Dios. Nuestra adoración es mucho más que cantar canciones espirituales de alabanza y devoción al Señor cuando nos reunimos para la comunión. De hecho, si la adoración no es una fundación cultural en nuestra vida, nuestro ministerio corporativo sería poco más que el sonido de címbalos redoblando. 1Co 13:1. En este sentido, notamos que la ofrenda de Cristo en Getsemaní comenzó con la ofrenda de sí Mismo a Dios a través de la oración y la adoración. Esta fue la ofrenda de incienso, y es la primera de las ofrendas por las cuales una persona puede acercarse a Dios para participar en la comunión de la ofrenda de holocausto.
De manera similar, recordamos que Abraham e Isaac se unieron a la ofrenda de Cristo en el Monte Moriah cuando subieron a la montaña para adorar. Gen 22:5. Ellos estaban siendo llamados a unirse a la ofrenda de holocausto del mismo Yahvé.
El apóstol Pablo nos exhortó a presentar nuestros cuerpos como un sacrificio vivo que es santo y aceptable a Dios. Explicó que esta es una expresión de nuestra adoración espiritual. Rom 12:1-2. Participar en la ofrenda y la circuncisión de Cristo diariamente es nuestra adoración espiritual, y es el medio por el cual estamos siendo perfeccionados. Esta actividad es de acuerdo a la doctrina de la piedad.
En su primera carta a Timoteo, Pablo explicó que presentarse a Dios como una ofrenda santa y aceptable significa vivir una vida tranquila y pacífica en toda piedad y reverencia. Notablemente, Pablo dejó claro que tal persona piadosa está llegando al conocimiento de su santificación. 1Ti 2:1-4. En otras palabras, la vida de Dios se manifiesta en su carne.
Estudio: Génesis 22
1Co 13:1 Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.
Gén 22:5 Entonces Abraham dijo a sus criados: “Quédense aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a ustedes.”
Rom 12:1-2 Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable (agradable) a Dios, que es el culto racional de ustedes. (2) Y no se adapten (no se conformen) a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable (agradable) y perfecto.
1Ts 2:1-4 Porque ustedes mismos saben, hermanos, que nuestra visita a ustedes no fue en vano, (2) sino que después de haber sufrido y sido maltratados en Filipos, como saben, tuvimos el valor, confiados en nuestro Dios, de hablarles el evangelio (las buenas nuevas) de Dios en medio de mucha oposición (de mucho conflicto). (3) Pues nuestra exhortación no procede de error ni de impureza ni es con engaño, (4) sino que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones.