La meta principal de cada creyente Cristiano debería ser el vivir en Cristo, no teniendo una justicia propia que ha sido derivada de la Ley. Confesar esto significa, en primer lugar, que no queremos intenta vivir rectamente a través de intentos de utilizar correctamente la Ley. Esto también significa que ni siquiera queremos que el Señor nos ayude o nos fortalezca de ninguna manera, para que podamos vivir por la Ley.
El apóstol Pablo expresó el objetivo de su vida Cristiana diciendo, “y conocerlo a El, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como El en Su muerte, si de alguna manera, llegase a la resurrección de entre los muertos.” Flp 3:10-11. Para llegar a “la resurrección de entre los muertos” significa vivir por la vida de resurrección mientras que todavía estamos en un cuerpo mortal.
La referencia de Pablo de obtener la vida de resurrección “si de alguna manera” indica que él estaba recibiendo la vida de resurrección en la comunión de la ofrenda de Cristo, al caminar de cualquier manera que el Espíritu Santo lo guiara. En esta comunión, todo lo que él experimentaba a lo largo del curso de cada día, estaba siendo predicado a él por el Hijo, de acuerdo a la voluntad del Padre, y estaba cooperando para su bien. Rom 8: 26-28. A través de estas experiencias, él estaba siendo progresivamente liberado de su propio camino; y la vida de Cristo estaba convirtiéndose progresivamente en su vida.
A medida que la sangre de Cristo era derramada en amor como una ofrenda, Su vida Lo trajo de regreso de la muerte que él estaba muriendo debido a nuestro pecado. Así, a medida nos unimos a la comunión de su ofrenda, la vida de Dios que está en Su sangre nos es dada como vida de resurrección. Su vida nos libra de la muerte del pecado mientras estamos viviendo en nuestro cuerpo mortal. Somos capaces de llevar en nuestro cuerpo mortal la muerte del Señor Jesús, para que la vida de Jesús, también, pueda manifestarse en nuestro cuerpo mortal. 2Co 4:10-11.
Estudio: 2 Corintios 4
Flp 3:10-11 y conocerlo a El, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como El en Su muerte, (11) si de alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
2Co 4:10-11 Llevamos siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. (11) Porque nosotros que vivimos, constantemente estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal.
Rom 8:26-28 De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. (27) Y Aquél que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios. (28) Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito.