Cuando consideramos que Dios maldijo la tierra por amor a nosotros, primero debemos entender que el camino de nuestra recuperación a Dios es únicamente en y a través de Cristo. Jua 14:6. En el proceso de Su resurrección de la muerte causada por el pecado, la cual ocurrió a través del derramamiento de Su sangre en seis eventos que lo hirieron profundamente, Él se hizo el pionero del camino que nosotros debemos seguir. Heb 2:10. Nosotros también debemos unirnos a Él en este mismo camino por el cual nacemos de la muerte del pecado en Getsemaní y nacemos de lo alto por la palabra incorruptible de Dios. Heb 13:20. 1Pe 1:23. Es a través del bautismo que estamos unidos a Cristo y al camino de la salvación del que Él fue pionero a través de Su ofrenda y padecimientos. Comer el pan de Su cuerpo y beber el vino de Su sangre, entonces, es nuestra continua participación en la comunión de este camino de recuperación, y nuestro continuo compromiso a permanecer unidos a Su ofrenda a través de nuestro bautismo y padecimientos. 1Co11: 25:26. 1Pe 3:21. Debido a que estamos unidos a Cristo, estamos siendo santificados y estamos recibiendo la vida eterna en medio de nuestros sufrimientos. Rom 6:22. 2Co 4:17.
Es evidente que el suelo está maldito cuando la obra de nuestras manos es frustrada, nuestros planes se desbaratan, y comemos el fruto de nuestras labores con mucho trabajo y dolor. Notamos entonces que, al tratar con nuestro orgullo, Cristo también está tratando con todas las expectativas, idealismos, motivaciones y ambiciones asociadas a él.
Sin embargo, más que esto, también debemos reconocer que el suelo está maldito por nuestro bien. La disciplina de Dios es un acto de Su amor hacia nosotros, y es el proceso por el cual somos recuperados a nuestro nombre. El Padre, en Cristo, no nos está castigando cuando estamos siendo disciplinados. Heb 12:6. Más bien, la disciplina, en y a través de nuestros sufrimientos, está ocurriendo para el bien de nuestra filiación para que confiemos en Él y no nos apoyemos en nuestro propio entendimiento. Rom 8:28. Pro 3:5. 2Co 1:9. Heb 12:10.
Estudio: Juan 10
Jua 14:6 Jesús le dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí.
Heb 2:10 Porque convenía que Aquél para quien son todas las cosas y por quien son todas las cosas, llevando muchos hijos a la gloria, hiciera perfecto por medio de los padecimientos al autor de la salvación de ellos.
Heb 13:20 Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre del pacto eterno,
1Pe 1:23 Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece.
1Co 11:25-26 De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre; hagan esto cuantas veces la beban en memoria de Mí.” (26) Porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que El venga.
1Pe 3:21 Y correspondiendo a esto, el bautismo ahora los salva a ustedes, no quitando la suciedad de la carne, sino como una petición a Dios de una buena conciencia, mediante la resurrección de Jesucristo,
Rom 6:22 Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por su fruto la santificación, y como resultado la vida eterna.
2Co 4:17 Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación,
Heb 12:6 PORQUE EL SEÑOR AL QUE AMA, DISCIPLINA, Y AZOTA A TODO EL QUE RECIBE POR HIJO.”
Rom 8:28 Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito.
Pro 3:5 Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propio entendimiento.
2Co 1:9 De hecho, dentro de nosotros mismos ya teníamos la sentencia de muerte, a fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos,
Heb 12:10 Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero El nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de Su santidad.