Nuestro abuso de Cristo

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Nuestro abuso de Cristo

Jesús le dijo a Saúl en el camino a Damasco: “¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.” Hch 26:14. Las heridas que Saúl infligió a los primeros cristianos fueron una manifestación en el tiempo, del sufrimiento que él ya había infligido a sobre Cristo. Saúl había herido a Cristo en Getsemaní, magullado y golpeado en la casa de Caifás, azotado y burlado de Él en el Pretorio, y clavado Sus manos y pies a la cruz. Este principio es válido para cada uno de nosotros.

Cuando el aguijón de la palabra atraviesa nuestro corazón, nos hace darnos cuenta de que hemos perseguido, herido, y crucificado a Cristo. El Espíritu de gracia y de súplica, que brotó del corazón de Cristo como el resultado de la séptima de la herida, nos hace mirar a aquel a quien hemos traspasado. Lucas 23:48. Zac 12:10. Sabemos que la séptima herida es la suma de todas las heridas de Cristo. Nosotros, personalmente, infligimos todas las heridas de Cristo sobre Él.

Hay un punto específico de confrontación, y una iluminación específica que es relevante para cada herida. Por ejemplo, en el jardín de Getsemaní, Jesús punzó a los discípulos con Su palabra al preguntar, ¿No pudiste velar ni por una hora? Mar 14:37. En la casa de Caifás, Jesús punzó a los Judíos cuando declaró, “les digo que desde ahora verán AL HIJO DEL HOMBRE SENTADO A LA DIESTRA DEL PODER, y VINIENDO SOBRE LAS NUBES DEL CIELO”. Mat 26: 64. Esta punzada con la palabra de la verdad, produjo que Caifás reaccionara rasgando sus vestiduras y condenando a Cristo. Mat 26:65-66.

El efecto de la palabra como aguijón en una persona, es que los corta hasta el corazón. Hch 2:37. Hch 7:54. Aquellos que no resisten el espíritu Santo, y responden con arrepentimiento y fe bajo la influencia de la gracia y la súplica, pueden unirse a la comunión de la ofrenda y sufrimientos de Cristo. En esta comunión, son perdonados, son librados de su propia forma de hacer las cosas, y pueden ser el hijo que el Padre los llamó a ser en Cristo.

Estudio: Isaías 53

Hch 26:14 Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebraica: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra los aguijones.

Luc 23:48 Y toda la multitud de los que estaban presentes á este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían hiriendo sus pechos.

Zac 12:10 Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalem, espíritu de gracia y de oración; y mirarán á mí, á quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre El como quien se aflige sobre primogénito.

Mar 14:37 Y vino y los halló durmiendo; y dice á Pedro: ¿Simón, duermes? ¿No has podido velar una hora?

Mat 26:65-66 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Ahora mismo ustedes han oído la blasfemia. (66) “¿Qué les parece?” “¡El es digno de muerte!” le contestaron.

Hch 7:54 Al oír esto, se sintieron profundamente ofendidos, y crujían los dientes contra él.

Hch 2:37 Al oír esto, conmovidos profundamente, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: “Hermanos, ¿qué haremos?”

By | 2019-03-13T06:59:45+10:00 March 13th, 2019|Daily Devotions|Comments Off on Nuestro abuso de Cristo